Tiempos de amor, juventud y libertad

Como quizá mi última aportación al hilo de cine fuera solo adecuada a los ojos del cinéfilo exquisito, vengo ahora con una propuesta más asequible para todos los que aprecien el valor de las historias honestas. Espero que así participe todo amante del buen cine.

Entre la ficción y la nostalgia, entre lo real y lo apócrifo, se suceden las tres emocionantes aventuras de pasión que presenta Tiempos de amor, juventud y libertad. Cuando se habla de cine taiwanés sale a relucir hasta en boca del aficionado más ramplón el nombre de Ang Lee, pero quizá sus logros (que son muchos) no hubieran sido posibles sin los precedentes de la llamada Nueva ola de cine taiwanés, en cuya cresta se sitúa Hou Hsiao-Hsien, ganador del León de Oro y padre de este emotivo largometraje.

Dos actores (Shu Qi y Chang Chen) interpretan a seis personajes que viven tres situaciones diferentes de romance, las marcadas por el amor insatisfecho, el amor mercenario y el amor vacuo. Así, la ficción se divide en tres episodios ambientados respectivamente en los años 1966, 1911 y 2005:

En Tiempo de amor, un joven que está a punto de comenzar el servicio militar se enamora de una enigmática mujer que trabaja en un salón de billares. Cuando el muchacho regresa en vacaciones al lugar, ella ha desaparecido, por lo que comienza a buscarla a lo largo y ancho de las aldeas de Formosa. Posiblemente esta sea la más estética y lograda de las tres historias.

Tiempo de libertad muestra, en un mudo que homenajea al cine de época, la historia de amor entre una cortesana y un nacionalista taiwanés. Las escenas se desarrollan en la época de la ocupación japonesa y entremezclan, con sutileza, las situaciones entre las actividades de emancipación de la isla y las propias ansias de libertad de la hetaira.

Todo lo anterior desemboca en Tiempo de juventud, un relato sobre el sinsentido confuso y amoral que viven los taiwaneses en la actualidad. Una adolescente epiléptica bisexual de Taipei se enamora de un fotógrafo que trabaja en una tienda de revelado. En el desorden urbano, las dudas de la joven la llevan a debatirse en un triángulo amoroso de complicada resolución. Especialmente bellas en esta historia son las imágenes de intimidad entre la pareja en medio de un pasillo abarrotado de fotos, iluminado al gusto de un neón móvil.

Si mis argumentos no os convencen para verla, quizá las palabras de Jim Jarmusch lo hagan: "Hou Hsiao-Hsien no es solo la joya de la corona del cine contemporáneo taiwanés, es un tesoro internacional. Sus films están para mí entre los más inspiradores de los últimos treinta años y su elegancia y delicadeza como realizador siguen siendo incomparables... Su última película, Tiempos de amor, juventud y libertad, es también su última obra maestra".

Os dejo con el tráiler:

Deckard, al parecer el único cinéfilo eres tú a no ser que pongas a Torrente, Los bingueros o En busca del arca perdida.

Cuentas con mi admiración por esforzarte en colocarnos obras maestras que quizá no sabemos apreciar, pero te animo a seguir ilustrándonos y quizá algún día sepamos reconocer los tesoros que nos presentas.

Gracias por tu esfuerzo y te aseguro que no caen en fardel agujereado.

Yeira... Próxima parada... Indiana Jones y el templo maldito?

(Es la que más me gusta de la saga... Pues te digo una cosa, para la siguiente entrega pongo una de Spielberg!!! )

Deckard...ni se te ocurra adulterar tu estilo...sigue con las películas que tú creas que son importantes para ti y es posible que alguno de nosotros aprendamos algo.

Es el color lo que falla

Muchísimas gracias por tu deferencia, Darkman. Efectivamente, es difícil encontrar espectadores en España de una película como Tiempos de amor, juventud y libertad. Pero resulta más difícil aún que, con una mínima vertebración de análisis previa que incluye la línea argumental, se pueda añadir sin verdaderas ideas algo de cierto valor, algo que vaya más allá de las generalidades al uso que solo sirvan como picadillo para hacer el mondongo. Gracias.

No obstante, y sin ánimo de polemizar, observo ciertos detalles de tu disección con los que no termino de estar de acuerdo en absoluto. Comenzaré por tu final, “el cine es cine lo haga quien lo haga”. Sé de legiones de infaustos creadores que te quedarán inmensamente agradecidos por tal verdad de Perogrullo. Disiento, y como buen cinéfilo que eres estoy convencido de que, tras ponerte ciertos ejemplos palmarios, convendrás conmigo en el hecho de que el cine, como creación humana, es un hijo de su tiempo, un producto de las circunstancias que lo rodean. Pongo por caso:

1º. El cambio radical que todo el arte y en particular el cine soviético, de tendencias marcadamente vanguardistas durante la década de los 20, experimentó bajo el férreo control de la paranoia estalinista y su “realismo socialista”.

2º. La desaparición del cine expresionista alemán y su sustitución por la (por otra parte impactante) propaganda nazi que todos recordamos, verbigracia, en Olympia o El triunfo de la voluntad.

3º. El nacimiento de una nueva sensibilidad por lo social tan bien plasmada en las corrientes neorrealistas tras la Segunda Guerra Mundial, en una Europa marcada por su humillante división y reconstrucción.

4º. El giro ultraconservador que experimentó el cine de Hollywood tras los daños causados por la vigilancia y acoso del mccarthismo durante la década de los 50.

Podría seguir con otros paradigmas similares, pero prefiero centrarme en la experiencia taiwanesa. Como en todos los casos previos, un proceso histórico cambió la vida social en general y al cine en particular. La muerte de Chiang Kai-shek, el tirano que gobernó sin dejarla respirar a la Formosa hasta 1975, y la sucesión del sátrapa por su hijo Chiang Ching-kuo al frente de la presidencia a partir de 1978, dieron nuevas alas a la constreñida vida insular. Así, a medida que Taiwán se liberaba de las décadas de iracundia nacionalista china del Kuomintang, el cine de este hermoso país comenzaba a encontrar su espacio y sus propias historias.

En contraposición, y ya cambio de tercio, me extraña que generalices la propia generalidad del cine pero lo restrinjas algo antes caracterizando al oriental por su “lentitud” y “su forma de ver el amor”. Dejaré de lado esa calificación de asiático que me recuerda en lontananza al análisis reaccionario y neofascista de Samuel Huntington (ya sabes, eso de que el mundo está fracturado en culturas como la sínica, la hindú, la musulmana, la judía, la ortodoxa…).

Estoy convencido, lo reitero, de que los autores de la blaxploitation, la serie Z y hasta el softcore alabarían tu gusto maximalista y universalizador. Pero recuerda que también en Taiwán, Japón, Corea o China se utilizaron históricamente subgéneros nada lentos como el del kaiju o el cine de kung fu, el wuxia, etc.

Todo ello por no recordar que Leone copió sin ninguna vergüenza el Yojimbo de Kurosawa no por su estatismo escénico precisamente, y que el cine occidental de hoy venera las producciones menos “sentimentales” de los Takashi Miike, Takeshi Kitano, Kinji Fukasaku o Kim Seong-ho.

No quiero ser demasiado pesado remarcando otros pequeños detalles con los que no estoy de acuerdo de tu, por otra parte, encomiable crítica. De nuevo, muchísimas gracias por tu atención y te mando un cordialísimo saludo.

Si