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    Cuentos Zen

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    Cuentos Zen Empty Cuentos Zen

    Mensaje por Camila Miér 16 Dic 2009, 9:59 pm

    Cuentos Zen

    humilde y te conservarás entero;
    Flexible, y te mantendrás recto;
    Vacío, y permanecerás lleno;
    Consúmete, y serás renovado;
    Al que menos tenga, más se le dará;
    Al que más tenga, más le será restado;
    Por esto el Sabio considera al Uno norma del Universo.
    No se exhibe, luego sobresale;
    No se celebra, luego es advertido;
    No se ensalza, luego merece elogio;
    No se vanagloria, luego es insigne;
    Y porque no lucha, nadie en el mundo puede luchar contra él.
    "Sé humilde, y te conservarás entero"
    , dice un antiguo proverbio.
    El Zen es una filosofía de oriente que explicada de manera simplificada puede decirse que su mensaje es vivir el presente, la mente despierta y la atención continua. Se trata de una fusión entre la filosofía de Confucio y el budismo hindú, fundiendo el pragmatismo de la primera con el misticismo y desapego de la segunda para alcanzar la iluminación. Un maestro zen ha de enseñar con el ejemplo, no te mostrará dogmas y se halla alejada de cualquier credo, el ser consciente de cada acto es lo importante, incluso cocinar y barrer, si te retiras a la montaña no tiene mérito y poco sirve. Es profundamente espiritual, se basa en hechos y menos en palabras fácilmente interpretables y engañosas. Detener el parloteo mental que nos impide halla nuestro centro, por eso será que significa meditación.

    "La filosofía Zen es una mezcla única de filosofías e idiosincrasias de tres culturas diferentes. Es una forma de vida típicamente japonesa, y aún así refleja el misticismo de la India, el amor de la naturalidad y espontaneidad del Taoismo y el pragmatismo profundo de la mente Confucionista"

    El énfasis sobre la naturalidad y espontaneidad muestra claramente las raíces Taoístas pero la base para este énfasis es estrictamente Budista. Es la creencia en la perfección de nuestra naturaleza original, la realización de que el proceso de iluminación consiste meramente en transformarnos en lo que ya somos desde un principio. Cuando se le preguntó al maestro Zen Po-chang sobre buscar la naturaleza Budha, respondió, "Es muy parecido a montar un buey en búsqueda del buey."

    Esta técnica de "apuntar directamente" constituye el sabor especial de la filosofía Zen. Es típico de la mente japonesa, que es más intuitiva que intelectual y que le gusta entregar los hechos como hechos, sin comentario alguno. Los maestros Zen no son adeptos a la palabrería y aborrecen todo tipo de teorización y especulación. De esta manera desarrollaron métodos que apuntan directamente a la verdad, con acciones y palabras repentinas y espontáneas, que exponen paradojas del pensamiento conceptual y, como los koans, están orientados a parar el proceso mental del pensamiento, preparando así al estudiante a la experiencia mística. En las conversaciones, que forman la mayor parte de la literatura Zen, los maestros hablan lo menos posible y usan sus palabras para cambiar la atención del discípulo desde los pensamientos abstractos a la realidad concreta:
    El cuento de los tres gatos


    Un hombre vivía solo en su casa. Sin embargo, una rata la invadió y desde ese día, el pobre hombre no podía dormir porque la rata husmeaba en los rincones, se comía su comida y amenazaba con devorar al hombre. Era una rata, digamos, gigante, muy fuerte, muy inteligente y muy sagaz. El hombre, harto de la rata, decidió buscar ayuda en el templo.

    Un monje zen le dijo que la solución era fácil. Debía de conseguir un gato que pueda vencer a la rata. Así que partió hacia el pueblo. Un amigo le ofreció un gato. Era de color negro y de veía bastante robusto. Esa noche, el gato se colocó delante de la rata, la retó y peleó cuerpo a cuerpo con ella, pero fue vencido, huyendo de la casa luego de algunos minutos.

    EL hombre consiguió otro gato. Uno de color pardo. El gato no era tan fuerte como el anterior, pero era muy astuto. Así que el hombre lo llevó a su casa. Esa noche, el gato y la rata se enfrentaron, pero ésta era mucho más astuta que el gato y podía adelantarse a sus movimientos. Luego de un momento, el gato no tuvo otra opción que huir.

    EL hombre volvió al templo para pedir un consejo, estaba desesperado. El monje, piadoso, le obsequió uno de sus gatos, un gato que vivía en el templo zen. Era de color gris y parecía perezoso, nada ágil y parecía que siempre dormía. El hombre se extrañó mucho, pero lo llevó a su casa. Esa noche, el gato solo permaneció echado en medio de la pequeña sala del hombre. La rata salió a retar al gato, pero éste la miró de reojo y decidió descansar un poco más. La rata titubeó, mirando al gato que no se acercaba ni parecía inmutarse.

    Así pasó la noche, y el gato parecía dormir siempre. La rata se acostumbró a la presencia del inofensivo gato, así que decidió salir y hacer de las suyas en la casa. Cuando pasó despreocupada por el costado del gato, éste, de un zarpazo la mató y se la comió.
    Las puertas del paraíso

    Un samurai se presentó delante del Maestro Zen Hakuin y le preguntó:
    -¿Existen realmente el infierno y el paraíso?
    -¿Quién eres tú? - Preguntó el Maestro.
    -Soy el samurai...
    -¡Tú, un guerrero! - Exclamó Hakuin. Pero mírate bien
    ¿qué señor va a querer tenerte a su servicio. Pareces un mendigo.
    La cólera se apoderó del samurai. Aferró su sable y lo desenvainó. Hakuin continuó:
    -¡Ha, incluso tienes un sable! - Pero seguramente eres muy torpe para cortarme la cabeza.
    Fuera de sí, el samurai levantó su sable dispuesto a golpear al maestro. En ese momento éste dijo:
    -Aquí se abren las puertas del infierno.
    Sorprendido por la seguridad tranquila del Monje, el samurai envainó el sable y se inclinó respetuosamente.
    -¡Aquí se abren las puertas del paraíso!

    Ansioso por conocer la madera de sándalo

    Muchas veces el aspirante procede respecto a la verdad tan ignorantemente como el hombre de esta historia.
    No conocía la madera de sándalo, pero había escuchado mucho sobre sus excelencias. Nació así en él un fuerte deseo por conocer esa clase de madera tan ponderada y entonces decidió escribir a sus mejores amigos para pedirles un pedazo de esa clase de madera.
    De ese modo, escribió numerosas cartas a sus amigos y en todas ellas hacia la misma petición:
    Y un día, de repente, descubrió que el lápiz con el que llevaba meses escribiendo aquellas cartas eran precisamente de la olorosa madera de sándalo.
    El ser humano busca la felicidad fuera de él, cuando la verdadera y estable felicidad se halla en su interior.
    Pide lo que ya tiene, busca lo que nunca perdió.
    Existe el sonido aún si no hay quien lo escuche? « ¿Cuál es el sonido de un árbol que cae en un bosque solitario?»
    «El Tao es vacío, entonces, aunque se lo use no se colma»

    [center]
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    Mensaje por benemi Sáb 16 Ene 2010, 2:22 am

    Me han gustado mucho Camila 5t
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    Mensaje por benemi Sáb 16 Ene 2010, 5:05 pm

    Me ha gustado mucho este que os dejo aquí.


    El valor de las cosas


    “Vengo, maestro, porque me siento tan poca cosa que no tengo fuerzas para hacer nada. Me dicen que no sirvo, que no hago nada bien, que soy torpe y bastante tonto. ¿Cómo puedo mejorar? ¿Qué puedo hacer para que me valoren más?”

    El maestro, sin mirarlo, le dijo:

    -Cuánto lo siento muchacho, no puedo ayudarte, debo resolver primero mi propio problema. Quizás después…- y haciendo una pausa agregó: Si quisieras ayudarme tú a mí, yo podría resolver este tema con más rapidez y después tal vez te pueda ayudar.

    -E…encantado, maestro -titubeó el joven pero sintió que otra vez era desvalorizado y sus necesidades postergadas.

    -Bien- asintió el maestro.

    Se quitó un anillo que llevaba en el dedo pequeño de la mano izquierda y dándoselo al muchacho, agregó- toma el caballo que está allí afuera y cabalga hasta el mercado. Debo vender este anillo porque tengo que pagar una deuda. Es necesario que obtengas por él la mayor suma posible, pero no aceptes menos de una moneda de oro. Vete ya y regresa con esa moneda lo más rápido que puedas.

    El joven tomó el anillo y partió.

    Apenas llegó, empezó a ofrecer el anillo a los mercaderes. Estos lo miraban con algún interés, hasta que el joven decía lo que pretendía por el anillo.

    Cuando el joven mencionaba la moneda de oro, algunos reían, otros le daban vuelta la cara y sólo un viejito fue tan amable como para tomarse la molestia de explicarle que una moneda de oro era muy valiosa para entregarla a cambio de un anillo. En afán de ayudar, alguien le ofreció una moneda de plata y un cacharro de cobre, pero el joven tenía instrucciones de no aceptar menos de una moneda de oro, y rechazó la oferta.

    Después de ofrecer su joya a toda persona que se cruzaba en el mercado -más de cien personas- y abatido por su fracaso, monto su caballo y regresó.

    Cuánto hubiera deseado el joven tener él mismo esa moneda de oro. Podría entonces habérsela entregado al maestro para liberarlo de su preocupación y recibir entonces su consejo y ayuda.

    Entró en la habitación.

    -Maestro -dijo- lo siento, no es posible conseguir lo que me pediste. Quizás pudiera conseguir dos o tres monedas de plata, pero no creo que yo pueda engañar a nadie respecto del verdadero valor del anillo.

    -Qué importante lo que dijiste, joven amigo -contestó sonriente el maestro-. Debemos saber primero el verdadero valor del anillo. Vuelve a montar y vete al joyero. ¿Quién mejor que él, para saberlo? Dile que quisieras vender el anillo y pregúntale cuanto te da por él. Pero no importa lo que te ofrezca, no se lo vendas. Vuelve aquí con mi anillo.

    El joven volvió a cabalgar.

    El joyero examinó el anillo a la luz del candil, lo miró con su lupa, lo pesó y luego le dijo:

    -Dile al maestro, muchacho, que si lo quiere vender ya, no puedo darle más que 58 monedas de oro por su anillo.

    -¡¿58 monedas?!-exclamó el joven.

    -Sí -replicó el joyero- Yo sé que con tiempo podríamos obtener por él cerca de 70 monedas, pero no sé… si la venta es urgente…

    El Joven corrió emocionado a casa del maestro a contarle lo sucedido.

    -Siéntate -dijo el maestro después de escucharlo-. Tú eres como este anillo: una joya, valiosa y única. Y como tal, sólo puede evaluarte verdaderamente un experto. ¿Qué haces por la vida pretendiendo que cualquiera descubra tu verdadero valor?

    Y diciendo esto, volvió a ponerse el anillo en el dedo pequeño de su mano izquierda.

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    Mensaje por Camila Dom 17 Ene 2010, 1:22 am

    Me alegro de que te gustaran, Benemi. El que has puesto es realmente interesante, para aplicárselo en la vida diaria, donde muchas veces estamos agobiados por "evaluaciones" que nos hacen personas insensibles e incluso malintencionadas. Y nos creemos realmente lo que dicen, y nos sentimos desvalorizados. Es verdad que no nos tendría que importar la opinión de cualquiera.
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