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La caja
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La caja
Os aporto otra de mis historietas. Sobre ellas debo decir que están basadas en cosas leidas, vistas u oidas, más nunca son copia-pega. Lo bueno de las historias de este tipo es que son puestas a gusto de lector, y que él a su vez puede aportar, cambiar o escribir a su gusto en su desarrollo o final. Al fin y al cabo las historias de este tipo no son nunca finalistas, sino solo simples propuestas de continuidad.
La caja
Apareció sin remite pero si con destino. Pero solo a la oficina de Correos del lugar. No había un destinatario concreto.
Según dice la ley, si nadie lo reclama, podía ser abierta a los 15 días para ver su contenido. Y así fue expuesto en un bando municipal público.
Lo curioso de la caja es que estaba marcada por multitud de sellos del mundo entero. Desde Australia a América.
- ¿De quién será esto?. ¿Y por qué ha llegado hasta aquí?- Decía la responsable de la oficina de correos.
- Yo diría que pesa uno o dos kilos – y removiéndolo sonaba como a muchas pequeñas cosas en su interior.
Piezas de ajedrez, conchas, aparejos de pesca, todos opinaban de su contenido. Pero nadie estaba seguro del mismo.
Llevaron la caja al médico local, que tenía un pequeño aparato de rayos X para visión pulmonar apenas.
- Veo una especie de castañuelas, pero poco más. Habría que abrirla para ver el resto.
El alcalde, que había estudiado mucho y era muy filosófico dijo:
- Esos sellos son algo más que jeroglíficos burocráticos. Son el símbolo de un mensaje sellado. Es como la tumba de Tutankamon. Si la abrimos corremos el riesgo de ser maldecidos.
El caso es que pasaron los quince días, y todo el pueblo reunido fue convocado a su apertura.
En la caja había un poco de todo: Una caracola, un llavero, unas castañuelas, un boomerang, un pequeño tótem, unas canicas, etc.
Pero también había una nota:
“Hola, me llamo Carlos y tengo 8 años. Este año quería visitar Disneylandia, pero no teníamos suficiente dinero para ello porque son malos tiempos estos. Tuvimos que quedarnos en casa, pero yo me dije que si no podía viajar realmente si que podía viajar con mi imaginación. Así que mandé esta caja con unas canicas mías, y pedí que cada uno pusiera algo más dentro, por humilde que fuera, para que esta caja siguiera viajando al par que mi imaginación con ella”.
PD: “Mi madre me ayudo a escribir esta carta, porque yo aún no sé muy bien.
La carta tenía fecha de cuatro años atrás. Evidentemente debíamos de poner algo dentro, y que siguiera su camino. El de la imaginación del niño de ocho años que lo hizo posible tiempo atrás.
Si queréis aportar algo a ella estáis aún a tiempo...
La caja
Apareció sin remite pero si con destino. Pero solo a la oficina de Correos del lugar. No había un destinatario concreto.
Según dice la ley, si nadie lo reclama, podía ser abierta a los 15 días para ver su contenido. Y así fue expuesto en un bando municipal público.
Lo curioso de la caja es que estaba marcada por multitud de sellos del mundo entero. Desde Australia a América.
- ¿De quién será esto?. ¿Y por qué ha llegado hasta aquí?- Decía la responsable de la oficina de correos.
- Yo diría que pesa uno o dos kilos – y removiéndolo sonaba como a muchas pequeñas cosas en su interior.
Piezas de ajedrez, conchas, aparejos de pesca, todos opinaban de su contenido. Pero nadie estaba seguro del mismo.
Llevaron la caja al médico local, que tenía un pequeño aparato de rayos X para visión pulmonar apenas.
- Veo una especie de castañuelas, pero poco más. Habría que abrirla para ver el resto.
El alcalde, que había estudiado mucho y era muy filosófico dijo:
- Esos sellos son algo más que jeroglíficos burocráticos. Son el símbolo de un mensaje sellado. Es como la tumba de Tutankamon. Si la abrimos corremos el riesgo de ser maldecidos.
El caso es que pasaron los quince días, y todo el pueblo reunido fue convocado a su apertura.
En la caja había un poco de todo: Una caracola, un llavero, unas castañuelas, un boomerang, un pequeño tótem, unas canicas, etc.
Pero también había una nota:
“Hola, me llamo Carlos y tengo 8 años. Este año quería visitar Disneylandia, pero no teníamos suficiente dinero para ello porque son malos tiempos estos. Tuvimos que quedarnos en casa, pero yo me dije que si no podía viajar realmente si que podía viajar con mi imaginación. Así que mandé esta caja con unas canicas mías, y pedí que cada uno pusiera algo más dentro, por humilde que fuera, para que esta caja siguiera viajando al par que mi imaginación con ella”.
PD: “Mi madre me ayudo a escribir esta carta, porque yo aún no sé muy bien.
La carta tenía fecha de cuatro años atrás. Evidentemente debíamos de poner algo dentro, y que siguiera su camino. El de la imaginación del niño de ocho años que lo hizo posible tiempo atrás.
Si queréis aportar algo a ella estáis aún a tiempo...
Atamar
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