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Que nadie nos lea los mensajes
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Que nadie nos lea los mensajes
Entramos en la sede en Silicon Valley de Firechat, la aplicación que usaron los manifestantes en Hong Kong para salvar la censura
Micha Benoliel (fundador) y Christophe Daligault (director de marketing, a la derecha), en la sede de Firechat, en la bahía de san Francisco
Si Twitter fue protagonista durante la primavera árabe, Firechat lo ha sido en las protestas del pasado mes de septiembre en Hong Kong. Esta aplicación que permite mandar mensajes sin necesidad de usar conexión a Internet (envíos punto a punto, de aparato a aparato, sin 3G, 4G, tarifa de datos o WiFi) fue una herramienta muy útil cuando el Gobierno chino cerró el acceso a la Red. “Toda tecnología lo suficientemente avanzada es indistinguible de la magia”, dice la tercera ley de Arthur C. Clarke, autor de ciencia ficción obsesionado con los avances científicos. Con Firechat, la frase cobra sentido.
Micha Benoliel (Niza, 1972), fundador y consejero delegado de esta startup, llevaba desde 2010 con esta idea en la cabeza, pensando en cómo hacer que el chip de radio que busca señales tanto de Wi-Fi como de bluetooth,dos conexiones inalámbricas para intercambio de datos, se pudiera utilizar para conectar móviles entre sí. El alcance es de hasta 200 metros entre dos aparatos. Pero si hay más, se teje una red entre ellos. Por eso funciona mejor cuantos más hay en festivales, conciertos, manifestaciones...
Benoliel no es nuevo en el mundo de las comunicaciones. Este ingeniero francés estuvo al frente de Skype, la empresa que rompió el monopolio de las operadoras con las llamadas de voz. Al igual que ahora, buscó un punto de vista distinto. Entonces convirtió la voz en paquetes de datos que se enviaban a través de Internet y volvían a convertirse en voz al llegar al destino. Ahora hace de la necesidad virtud. De la falta de conexión, una oportunidad para crear conversaciones prescindiendo de la operadora.
Firechat cobra más fuerza y fiabilidad cuanto mayor es el número de aparatos conectados
No duda en destacar lo experimentado de su equipo, en su mayoría ingenieros que trabajaron en aplicaciones de P2P, los polémicos programas de intercambio de archivos entre particulares. Un conocimiento en trocear y unir bits de información en ordenadores que ahora han puesto al día en las pequeñas pantallas.
Al contrario de lo que sucede cuando se concentran personas en un estadio, una manifestación o un concierto, Firechat cobra más fuerza y fiabilidad cuanto mayor es el número de aparatos conectados. Superan los cinco millones de usuarios activos, pero el equipo es solo de 14 trabajadores. Su ambición es tejer una red en la que estén los más de 5.000 millones de teléfonos móviles inteligentes activos en todo el mundo.
La aplicación se publicó en marzo de 2014 después de dos años de trabajo. En apenas dos semanas superaron dos millones de descargas. “Los primeros en darse cuenta de su utilidad fueron los viajeros, vieron que se podían mandar mensajes entre los pasajeros de un avión”, explica Benoliel en la sede de Firechat, que se aleja de los tópicos de las tecnológicas de Silicon Valley: no hay pomposos comedores, toboganes, caramelos, ni refrescos. Ubicada en la Isla del Tesoro, un islote en medio de la bahía de San Francisco, tan solo cuenta con un amplio suministro de frutos secos y coca-colas light desperdigadas por una nave que apenas se distingue del resto por un pequeño logo. La mesa de ping pong es la única concesión.
La capacidad de comunicación en entornos desfavorables la ha convertido en la herramienta ideal para manifestantes
La capacidad de comunicación en entornos desfavorables ha convertido a Firechat en la herramienta ideal para manifestantes. Sus precursores no lo esperaban. Christophe Daligault (Villers, 1961), el director de marketing, es explícito en esta cuestión: “Preferimos que nos se nos ponga esa etiqueta, la de la aplicación de las revoluciones, porque somos mucho más que eso”.
Solo en Hong Kong cuentan con medio millón de usuarios, todo un hito en una ciudad de siete millones de habitantes. Un joven llamado Yoshua Wong, de 18 años, fue quien recomendó bajársela antes de salir a protestar a la calle para evitar quedarse fuera de juego en caso de que el gobierno cortase Internet.
La creación de un perfil en Firechat es sencilla, lleva menos de un minuto. Después, se pueden compartir impresiones en la sala general, como se ha denominado históricamente a los chats, o entrar en los espacios temáticos. Cualquier usuario puede crear uno para un evento o interés concreto. Los hay públicos y que requieren de ser aceptado para entrar. Al igual que hace Twitter, se pretende que los usuarios destacados —famosos, medios y periodistas— puedan contar con cuentas verificadas para llegar a más usuarios y ganar fiabilidad. “En Hong Kong intentaron suplantar a varios usuarios implicados en las protestas, fue así como fuimos conscientes de esta necesidad”, matizan desde Firechat.
“En América Latina, por ejemplo, sabemos que se usa mucho para comunicación personal. No todo el mundo puede permitirse una tarifa de datos”, apunta Daligault. Al margen de Hong Kong, Estados Unidos e India son los lugares donde más crecen, seguidos por India, Brasil, México y China. España está en el puesto número 12.
La creación de un perfil lleva menos de un minuto. Después, se pueden compartir impresiones en la sala general
Son la anti-startup. Nada que ver con la mayoría de las empresas de Silicon Valley. No son jóvenes, tienen canas. No gastan en coches deportivos o en los últimos gadgets. Huyen de SOMA, el barrio al sur de la calle Market, donde están las empresas de nuevo cuño. “Demasiado caro para nosotros. Por el precio de una oficina allí aquí tenemos diez veces más espacio”, explica Daligault en este islote que se comunica con San Francisco y Oakland a través de un puente en rehabilitación tras el último terremoto. Todavía quedan resquicios de un pasado militar, donde hubo una base aérea, con hangares abandonados, pistas de despegue y zonas de asueto para los militares.
En marzo su valoración alcanzó los 30 millones de dólares. A mediados de diciembre, recibieron una nueva inyección de 10 millones. Pero no pretenden hacerse ricos.
Tampoco tienen un plan de negocio. Ni van a cobrar por el servicio, ni guardan los mensajes, ni piensan incluir publicidad. ¿Dónde está entonces el lucro? Tanto Daligault, considerado un mago en el crecimiento de usuarios, como Benoliel, pretenden hacerlo rentable a través de diversos servicios de Open Garden, la empresa que ha creado la aplicación. Ven Firechat como su escaparate, como una manera de exponer su conocimiento para ofrecer servicios de comunicación a empresas. “Pensamos en clubes de fútbol que quieran mantener una conversación en el estadio, por ejemplo. También en organizadores de festivales que quieran tener su propio sistema de comunicación con los asistentes”, sostiene Daligault.
Son incómodos, tanto para gobiernos como para operadoras, pero no les importa. Esa canción ya la escucharon antes: “Con cada idea disruptiva se repite el mismo proceso. Primero se ignora. Después se denosta. Al final, termina por adoptarse. Pasó con Skype, pasó con el P2P, sucedió con WhatsApp y ahora con nosotros”, concluye el creador.
Su primer aliado dentro del mundo más formal es el gobierno de Japón, que los ha recomendado en caso de catástrofes. Taiwan acaba de adoptar esa medida.
http://tecnologia.elpais.com
Re: Que nadie nos lea los mensajes
Buena idea, igual como otra para evitar la cencura que sacaron hace algunos años simplemente encriptando mensajes en imágenes. En vista de los actuales leyes de "seguridad ciudadana" pepera no sería mal de mantener estas cosas en el cerebelo.
http://text-to-color.softbull.com/
http://text-to-color.softbull.com/
Re: Que nadie nos lea los mensajes
:$o: :$o:Catweazle escribió: En vista de los actuales leyes de "seguridad ciudadana" pepera no sería mal de mantener estas cosas en el cerebelo.
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