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La farsa de Ciudadanos
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La farsa de Ciudadanos
Os voy a contar una pequeña historia. La historia de una gran farsa:
Había una vez un país carcomido por la corrupción en todas y cada una de las instituciones representativas del estado. La gente, que había soportado durante años callada, estalló en indignación saliendo en masa a las plazas a gritar ¡basta! La misma mafia política que se había aprovechado (y lucrado) del poder que el pueblo les otorgó, se tomó a risa sus reivindicaciones, dándoles una vez más la espalda sin antes expresar un consejo burlesco: “cread un partido y presentaos a las elecciones”. Al poco tiempo, todo el país hablaba de un nuevo partido que volvió a centrar las conversaciones e interés de un pueblo desengañado con la posibilidad de una nueva política. Llamaron a las cosas por su nombre, sin eufemismos, y el mensaje caló. Sí se podía, si se quería se podía. Tambalearon entonces los cimientos de este estado corrompido. Los poderosos y sus corruptelas habían sido descubiertos en horario de máxima audiencia, día tras día. Algo debían hacer. No servían las campañas orquestadas en todos y cada uno de los medios de comunicación. Seguían movilizando e ilusionando a la gente. Hasta que finalmente encontraron la solución: una piedra en el camino. Con un aspecto reluciente, limpio, casi inmaculado, la auparían al estrellato como nunca jamás se vio antes con la intención de hacer creer a ese pueblo indignado que ésta era la solución sensata a sus problemas. Nada más lejos de la realidad, resultó ser tan sólo una farsa. La farsa de Ciudadanos.
“Habría que crear un Podemos de derechas”, dejaba caer el banquero todo poderoso en un acto muy concurrido. La maquinaria se puso en marcha inmediatamente. No interesaba un partido nuevo, había que disimular. Seleccionaron un partido catalán con 10 años de antigüedad y una historia ligada a la ultraderecha, ya sea en concurrencias a elecciones con los xenófobos de Libertas o en manifestaciones junto a los amigos de VOX. Poco importaba eso ahora, había que crear un producto, prefabricado, atractivo para su consumo, “de centro y sensato”, fácil de vender y perfecto para engañar. Así pasamos de Ciutadans a Ciudadanos, y seleccionaron un líder absoluto, con carisma, al que maquearon para hacerlo atractivo a los ojos del populacho mientras su objetivo final no sería otro que mantener las estructuras de poder políticas y económicas de la mano de las empresas y bancos del IBEX35 y sus secuaces (medios de comunicación).
Esta historia tan interesante se la creyeron muchos, muchísimos. Por creérsela, se la creyeron hasta los andaluces que les votaron a pesar de que el señor Rivera, la marioneta del IBEX, nos había escupido en la cara a todos y cada uno de nosotros asegurando que iba a venir él desde Cataluña a enseñarnos a pescar, que éramos unos torpes y unos flojos (todavía te estoy esperando en el puente de Triana con mi caña de pescar, mandarino). Por creérsela, se la creyeron todos aquellos desencantados de ver tanto chorizo en política pero cuya mente absorbió toda la mierda vertida por los medios tildando a Podemos de proetarra, bolivariano, comunista, independentista, asalta-iglesias, expropia-viviendas, lanza-homosexuales y come-niños (ya puestos), así como todas las barbaridades que se pudieran imaginar. Por creérsela, se la creyeron hasta los que se decían de izquierdas asegurando que Ciudadanos no era un partido de derechas, que eran muy progres, que lo habían dicho en El Programa de Ana Rosa, en Espejo Público y en El Hormiguero hasta la saciedad, sin darse cuenta de que las ratas que huían despavoridas del barco del Partido (Podrido) Popular, se escondían al refugio del nuevo yate naranja.
La piedra estaba puesta en el camino, y a pesar de ello el cambio llegó a grandes ayuntamientos. Esto molestó y escoció a los poderosos. Pero tras el verano la ofensiva se hizo mayor. Las encuestas inflaron a Ciudadanos cual globo de feria posicionándolos en segundo e incluso primer lugar. Un jodido engañabobos, puro marketing del poder. La fachada naranja fue pintada deprisa y corriendo para parar el grito de ilusión de la gente, y en cuanto rascamos un poco comenzó a caerse a trozos. Rivera se empezó a poner nervioso, más de la cuenta, y dejó ver su verdadera cara (más falsa que una moneda de 3 euros). No solo recomendó leer a Kant, cuando ni él mismo lo había leído, sino que además daba lecciones de política limpia habiendo sido su partido el que sostuvo en el poder al PP de la Púnica y la Gürtel en Madrid, y al PSOE de los ERES en Andalucía. No sólo incriminaba a Monedero o Zapata, cuando él mismo tuvo un Monedero y una Zapata en su partido, silenciados ambos por los medios compinches. No es que su novedoso partido votase en contra de retirar medallas al dictador Franco, o de nuevas medidas para la lucha contra la violencia machista, o que plagiaran su programa electoral poniendo parches para evitar que se note el pestazo a neoliberalismo barato. No era sólo eso. También apareció en los debates electorales recriminando al PP de Rajoy su “sé fuerte” y todas sus vergüenzas, para pocos días antes de las elecciones generales destaparse por completo asegurando su abstención en favor de esa misma derecha mafiosa, esa de las reformas de sedes pagadas en negro, tarjetas black, Jaguars en garajes y trajes a medida. Joder con la regeneración. Si el cambio sensato y la limpieza democrática era esto, querido Albert Rivera, podrías habértelo ahorrado y continuar inscrito en las Nuevas Generaciones del PP.
Todo fue un fraude, una artimaña, un espejismo, con el único objetivo de apuntalar un bipartidismo tocado pero no hundido, un sistema podrido. Tantos millones de euros de los bancos a fondo perdido para la campaña, tantas mamadas en directo de presentadores de televisión, tantas vallas a tamaño descomunal con la imagen del líder mandarino, tantos autobuses, bocadillos y chocolatitos gratis para llenar los mítines… Todo ha quedado en nada. De ahí el miedo a unas nuevas elecciones, de ahí el pánico a volver a enfrentarse a cara descubierta ante el pueblo. La farsa de Ciudadanos fue una mentira muy bien organizada pero sin cimientos fuertes y con muchas prisas. La ilusión, Albert Rivera, no se compra con caras bonitas, horas de propaganda, financiación a raudales y eslóganes fáciles. Díselo de mi parte a tus creadores, tus amigos del IBEX.
Escrito por Scarlett Dumo
Había una vez un país carcomido por la corrupción en todas y cada una de las instituciones representativas del estado. La gente, que había soportado durante años callada, estalló en indignación saliendo en masa a las plazas a gritar ¡basta! La misma mafia política que se había aprovechado (y lucrado) del poder que el pueblo les otorgó, se tomó a risa sus reivindicaciones, dándoles una vez más la espalda sin antes expresar un consejo burlesco: “cread un partido y presentaos a las elecciones”. Al poco tiempo, todo el país hablaba de un nuevo partido que volvió a centrar las conversaciones e interés de un pueblo desengañado con la posibilidad de una nueva política. Llamaron a las cosas por su nombre, sin eufemismos, y el mensaje caló. Sí se podía, si se quería se podía. Tambalearon entonces los cimientos de este estado corrompido. Los poderosos y sus corruptelas habían sido descubiertos en horario de máxima audiencia, día tras día. Algo debían hacer. No servían las campañas orquestadas en todos y cada uno de los medios de comunicación. Seguían movilizando e ilusionando a la gente. Hasta que finalmente encontraron la solución: una piedra en el camino. Con un aspecto reluciente, limpio, casi inmaculado, la auparían al estrellato como nunca jamás se vio antes con la intención de hacer creer a ese pueblo indignado que ésta era la solución sensata a sus problemas. Nada más lejos de la realidad, resultó ser tan sólo una farsa. La farsa de Ciudadanos.
“Habría que crear un Podemos de derechas”, dejaba caer el banquero todo poderoso en un acto muy concurrido. La maquinaria se puso en marcha inmediatamente. No interesaba un partido nuevo, había que disimular. Seleccionaron un partido catalán con 10 años de antigüedad y una historia ligada a la ultraderecha, ya sea en concurrencias a elecciones con los xenófobos de Libertas o en manifestaciones junto a los amigos de VOX. Poco importaba eso ahora, había que crear un producto, prefabricado, atractivo para su consumo, “de centro y sensato”, fácil de vender y perfecto para engañar. Así pasamos de Ciutadans a Ciudadanos, y seleccionaron un líder absoluto, con carisma, al que maquearon para hacerlo atractivo a los ojos del populacho mientras su objetivo final no sería otro que mantener las estructuras de poder políticas y económicas de la mano de las empresas y bancos del IBEX35 y sus secuaces (medios de comunicación).
Esta historia tan interesante se la creyeron muchos, muchísimos. Por creérsela, se la creyeron hasta los andaluces que les votaron a pesar de que el señor Rivera, la marioneta del IBEX, nos había escupido en la cara a todos y cada uno de nosotros asegurando que iba a venir él desde Cataluña a enseñarnos a pescar, que éramos unos torpes y unos flojos (todavía te estoy esperando en el puente de Triana con mi caña de pescar, mandarino). Por creérsela, se la creyeron todos aquellos desencantados de ver tanto chorizo en política pero cuya mente absorbió toda la mierda vertida por los medios tildando a Podemos de proetarra, bolivariano, comunista, independentista, asalta-iglesias, expropia-viviendas, lanza-homosexuales y come-niños (ya puestos), así como todas las barbaridades que se pudieran imaginar. Por creérsela, se la creyeron hasta los que se decían de izquierdas asegurando que Ciudadanos no era un partido de derechas, que eran muy progres, que lo habían dicho en El Programa de Ana Rosa, en Espejo Público y en El Hormiguero hasta la saciedad, sin darse cuenta de que las ratas que huían despavoridas del barco del Partido (Podrido) Popular, se escondían al refugio del nuevo yate naranja.
La piedra estaba puesta en el camino, y a pesar de ello el cambio llegó a grandes ayuntamientos. Esto molestó y escoció a los poderosos. Pero tras el verano la ofensiva se hizo mayor. Las encuestas inflaron a Ciudadanos cual globo de feria posicionándolos en segundo e incluso primer lugar. Un jodido engañabobos, puro marketing del poder. La fachada naranja fue pintada deprisa y corriendo para parar el grito de ilusión de la gente, y en cuanto rascamos un poco comenzó a caerse a trozos. Rivera se empezó a poner nervioso, más de la cuenta, y dejó ver su verdadera cara (más falsa que una moneda de 3 euros). No solo recomendó leer a Kant, cuando ni él mismo lo había leído, sino que además daba lecciones de política limpia habiendo sido su partido el que sostuvo en el poder al PP de la Púnica y la Gürtel en Madrid, y al PSOE de los ERES en Andalucía. No sólo incriminaba a Monedero o Zapata, cuando él mismo tuvo un Monedero y una Zapata en su partido, silenciados ambos por los medios compinches. No es que su novedoso partido votase en contra de retirar medallas al dictador Franco, o de nuevas medidas para la lucha contra la violencia machista, o que plagiaran su programa electoral poniendo parches para evitar que se note el pestazo a neoliberalismo barato. No era sólo eso. También apareció en los debates electorales recriminando al PP de Rajoy su “sé fuerte” y todas sus vergüenzas, para pocos días antes de las elecciones generales destaparse por completo asegurando su abstención en favor de esa misma derecha mafiosa, esa de las reformas de sedes pagadas en negro, tarjetas black, Jaguars en garajes y trajes a medida. Joder con la regeneración. Si el cambio sensato y la limpieza democrática era esto, querido Albert Rivera, podrías habértelo ahorrado y continuar inscrito en las Nuevas Generaciones del PP.
Todo fue un fraude, una artimaña, un espejismo, con el único objetivo de apuntalar un bipartidismo tocado pero no hundido, un sistema podrido. Tantos millones de euros de los bancos a fondo perdido para la campaña, tantas mamadas en directo de presentadores de televisión, tantas vallas a tamaño descomunal con la imagen del líder mandarino, tantos autobuses, bocadillos y chocolatitos gratis para llenar los mítines… Todo ha quedado en nada. De ahí el miedo a unas nuevas elecciones, de ahí el pánico a volver a enfrentarse a cara descubierta ante el pueblo. La farsa de Ciudadanos fue una mentira muy bien organizada pero sin cimientos fuertes y con muchas prisas. La ilusión, Albert Rivera, no se compra con caras bonitas, horas de propaganda, financiación a raudales y eslóganes fáciles. Díselo de mi parte a tus creadores, tus amigos del IBEX.
Escrito por Scarlett Dumo
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